jueves, febrero 11, 2016

 Ambientada en el París del primer tercio del siglo XX, trata de la vida de Víctor Baton, antihéroe, excombatiente de la Primera Guerra Mundial, un hombre pobre y errático que se empeña en hacer amigos, y es tan ingenuo y tan bueno que siempre lo engañan o se aprovechan de él. Un ser muy naïf que solo busca que alguien lo quiera y tan sensible que casi siempre, con cada relación de amistad o amor que emprende, le sobreviene una decepción. Pero no ceja en el empeño. Quiere ser importante para alguien, aunque abusen de él y de su dinero.

Está escrito en un estilo impropio de la época. Sus contemporáneos André Gide, Colette, Marcel Proust, etc. eran más artificiosos. Proust por ejemplo emplea largas frases subordinadas. Bove en cambio narra con frases cortas, inteligibles, sin querer lucirse pero con muy buenas ideas. En fin, distinto, o quizás visionario, alguien adelantado. Me deja a veces perplejo. No me inspira otra cosa. Un poco de pena, porque creo que lo que pretende expresar el autor es la falta de calor humano que se sufre en las sociedades en las que vivimos. Denunciar esa atroz soledad del ser humano cuando quiere comunicarse, compartir experiencias, y no puede, a pesar del gregarismo, de vivir prácticamente hacinados. Esa atroz soledad impuesta, dada, no elegida.
Pero también es un canto a la libertad personal y al oprobio al que se ve sometido aquel que vive libre, y con poco.

“Vivía en el sexto, alejado de los apartamentos. No cantaba, no me reía, por educación, porque no trabajo. Un hombre como yo, que no trabaja, que no quiere trabajar, siempre será odiado.
Yo era, en aquella casa de obreros, el loco, cuando en el fondo, todos hubieran querido serlo. Yo era el único que se privaba de carne, de cine, de ropa, a cambio de ser libre. Yo era el único que, sin pretenderlo, recordaba todos los días a la gente su condición de miserable.
No me han perdonado ser libre y no temer la miseria.”



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