jueves, enero 26, 2012


Cuando una mujer me dice "soy muy profunda" yo siempre voy a pensar mal. Aunque lo que me quiera decir es que escribe poemas.

domingo, enero 22, 2012




Lo único que no me gusta de Madrid (además de Mouriño) es el tráfico. La bici solucionaría parte del problema. Además, se siente uno tan libre cuando por Fuencarral o por Santa Engracia deja atrás esos coches oficiales, esos Audis y Mercedes de ejecutivos, políticos y empresarios barrigones; atascados, impacientes, irritados, maldicientes y uno con su bicicleta sacando el intermitente con el brazo, burlándolos como en el chiste el seiscientos que adelanta al Ferrari.


Desgracia es una novela; Verano, una autobiografía novelada. Todo lo que podría decir sobre estas obras desde el punto de vista literario ya se ha dicho -presumiblemente con más rigor científico- en manuales, ponencias, tésis, revistas especializadas, blogs de escritores, etc.
Mis comentarios sobre libros no tienen ningún prurito docente.


Lo que de novedoso encuentro en estas obras es la voz y el tono del narrador. En Verano sorprende además el planteamiento narrativo: una vez muerto J.M. Coetzee, Vincent un joven biógrafo inglés entrevista a una serie de personas con las que el escritor tuvo relación. Tan tentador es esto como oír una conversación sobre nosotros sin que sepan de nuestra presencia. Cómo nos ven los demás y cómo nos vemos nosotros, algo a medias somos.

Lo interesante es su voz y el tono, la solvencia con que se ejercita en la muy difícil y demodé labor de autocrítica. Lo hace tan naturalmente que el lector lo interpreta no como autoinmolación (Desgracia) o autoflagelo (Verano), sino como un reajuste en su autoestima, una búsqueda de equilibrio y de perspectiva. Parece querer decirnos algo así como: no soy lo que se dice un dechado de virtudes pero no estoy en este mundo para satisfacer las expectativas de nadie.