lunes, agosto 12, 2019

Algunos titulos leídos esta semana de vacaciones. Varios días de listeria con altas fiebres me han tenido en la cama leyendo.
Este libro inclasificable del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro me ha parecido delicioso, inteligente hasta la fascinación, profundo hasta la conmoción. Un libro de enfoque amplio en expresión breve. De lo mejor que recuerdo haber leído.
Por el título y el color de la cubierta podría pensarse en una novelita romántica, en el peor sentido de la palabra, en un pastiche cursi, y no es así. Con ella José Ovejero me atrapó desde el pricipio, por diversos motivos: principalmente por su frescura, escrita con estilo pero sin preciosismos, ambientada en Madrid, mezcla de acción, intriga y estudio psicológicos de los personajes, retazos filosóficos, triángulo amoroso (más bien quinteto), un argumento muy bueno. Quizás en su último tercio la novela pierde un poco de fuelle pero en su conjunto bien merece la lectura.
De este ensayo he obtenido algunas satisfacciones y muchas decepciones. Creía que se centraría más en la relación entre ellos dos, las asociación de sus obras, las influencias mutuas. Una primera parte se aproxima a eso, pero queda deslucida con la segunda que se aparta y sigue caminos muy, a mi entender, peregrinos.
Novela corta muy bien escrita, con una prosa tersa, limada y fluida al servicio de una trama de amor en la que uno no tarda en involucrarse. Mario es un delineante de la Diputación Provincial de Jaén, metódico y por lo visto un poco gris y aburrido. Un funcionario mental de esos que piensan que pueden aplicar a todos los aspectos de la vida los mismo patrones que le valieron para llegar a su situación de estabilidad permanente. Blanca es hija de familia burguesa adinerada, vinculada al mundo del arte, que ama la vida vertiginosa, el exceso, y asomarse al abismo. ¿Cómo se explica que lleguen a ser pareja? Léanla

jueves, agosto 08, 2019

Prado del Rey (8/8/2019)

Mañana de agosto, brisa fresca que huele a pan y a café. El pueblo y el sol. El primer sol besa los párpados del pueblo: las casas blancas. Infancia recobrada, densa congoja. Claudia a mi lado, en la terraza de la cafetería, desayunamos. El camarero con sus chascarrillos a las 9 de la mañana, mientras atiende otra mesa:
-"quilloo, queh taj forrao desde que táh en el ayuntamiento, has cogío er puesto y no veas"-. El otro sonrie y, con amable desdén..."qué vaa, miá.. zi zoy interino, cuando elloh quieran estoy en la calle".
 Inquietud de espíritu, como la de esos gorriones que saltan del limonero al suelo, como perseguidos. Un amor despechado y obsesivo el del segundo gorrión hacia el primero que no se deja alcanzar. Hay otros dos sobre el tejado bajo de la plaza de abastos, en frente. Aquellos pían más acompasados o menos estridentes, con evidente complicidad intelectual.
Inquietud de espíritu, cada minuto es un nacimiento que crece dorado, que se volverá oro al mediodía. La tarde morirá moscatel por los cerros, detrás de la iglesia. Recalculando ruta de mi yo de hace siglos, reconociendo olores, sonidos. Una sensación de inicio y acabamiento a la vez. Claudia llamándome "poeta" con esa sorna servicial tan típica de los madrileños. Y el café que se enfría.

jueves, agosto 01, 2019

Karl Marx escribió en 1875: "¡De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". Pasado un siglo largo pienso lo alejada que está la sociedad de este principio.