jueves, enero 27, 2011



Te la recomendé porque quería saber tu opinión sobre lo que en ella se trata.

Es una novela sobre el amor (pero para nada romántica). Interesante esto.
A mí me parece que el autor satiriza un poco a los que idealizan demasiado el amor, ese amor primero, inocente, pretendidamente puro... intenta desmitificarlo ¿cómo lo hace? a través de la ironía, a través de varios pasajes fastidiosos en que describe el amor edulcorado entre una hermosa burguesita aria y un judío bien posicionado.

Es normal que te esté costando. Si te digo la verdad a mi también me resultaron pesados esos pasajes a propósito sensibleros en que Ariane reflexiona sobre mil pormenores, sobre sus vestidos, la decoracion de su casa...idealizando en exceso sus sentimientos. También los capítulos iniciales son excesivos queriendo remachar el carácter hipócrita y snob de la familia de Adrien Deume.

Sin embargo creo que es una gran novela. Exige paciencia y la participación activa del lector, hay que pensar un poquito. Dependiendo de si lo que pretende es analizar el calado psicológico de los personajes o de si, por otro lado, también que conozcamos a fondo sus actos, el autor recurre a una escritura automática al más puro estilo Kerouac o se refocila en los detalles más nimios al más puro estilo Proust. Mezcla de estilos.

Encuentras páginas interesantes que tardas muchísimo en leer porque contiene frases, ideas, giros... que te hacen levantar la cabeza y perder la vista en un punto y ahí te quedas pensando, retrotrayéndote a muchísimas cosas que has vivido o has soñado. Pero sí, hay ratos en que cansa.

Un beso

martes, enero 18, 2011



Es el estilo personificado. Concesiones al mercado solo dentro de los límites que exige la subsistencia. Ductilidad para adaptarse a todos los estilos. Música como preocupación intelectual, como oficio y como placer, eso es lo que parece querer expresar este artista.


Los raros de Rubén Darío, publicado en 1896, recopila una serie de semblanzas de autores admirados por el poeta nicaragüense.

En la primera edición del libro, aparecida en octubre de 1896 en la Tipografía La Vasconia de Buenos Aires, aparecían las semblanzas de diecinueve autores: Leconte de Lisle, Paul Verlaine, Villiers de l'Isle Adam, Léon Bloy, Jean Richepin, Jean Moréas, Rachilde, Teodoro Hannon, Lautréamont, Max Nordau, George d'Esparbés, Augusto de Armas, Laurent Tailhade, Fra Domenico Cavalca, Eduardo Dubus, Edgar Allan Poe, Ibsen, José Martí y Eugénio de Castro. En la segunda edición, impresa en Barcelona en 1905, se añadieron las semblanzas de Camille Mauclair y Paul Adam.

La mayoría de los autores son poetas simbolistas franceses, ya que Darío sentía una gran atracción por la literatura francesa de finales de siglo. Solo hay dos autores hispanoamericanos, los cubanos Augusto de Armas y José Martí, el primero de los cuales escribió sin embargo su obra en francés.

Este que tengo entre manos en la foto es un ejemplar de la primera edición, una verdadera joya. A veces cuando gozo la oportunidad de manipular obras así pienso en una conferencia pronunciada por un famoso poeta español titulada "El trabajo gustoso". En ella se habla de trabajo vocativo, honesto, pagado de sí mismo como única forma de fabricar felicidad individual y por ende sociedad sana y fuerte... cada cual debe ejercer aquella labor en que pueda volcar su virtud...

Ratos como el de hoy leyendo primeras ediciones como esta hacen que mi sueldo, siendo el mismo, se triplique.

jueves, enero 06, 2011

XLI

Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!

martes, enero 04, 2011

Celebrando Delicia Y Ternura

Y aquel círculo sacro cerró entorno nuestro.
Todo era oscuridad y atmósfera callada.
Un centro nos unía y una emoción muy cálida.
Los cuerpos se rozaban exactos y encendidos,
y la piel profería su lenguaje perfecto.
Una dulce pasión en un círculo negro,
mientras la hoguera llena de sentidos el tiempo
y me cuenta tu mano la maravilla toda.
Si algún día he de hablar en favor de la vida,
no olvidaré esa noche en el círculo ciego,
ni a ti, que me enseñabas minuciosa lo eterno.