martes, julio 21, 2020


Parece ser que el propio Galdós no la tuvo en gran estima,  a mí me ha gustado
. El niño Luisito, además, me parece un personaje mágico, casi bíblico; fuera de lo común en todo caso. Él solo ya sostiene en la altura una obra en la que, por lo demás, se retrata el Madrid de la restauración borbónica y se disecciona el espíritu de la burguesía de la época. Como tema general el desencuentro entre individuo y sociedad. Como tema específico el mundo de la administración del estado con su podredumbre de influencias, ascensos, aspirantes, cesantes etc.

lunes, julio 20, 2020


A veces me gusta tomar aleatoriamente un libro de las estanterias de una biblioteca de barrio y dejar al azar el descubrimiento de nuevas literaturas, de nuevas historias y autoras que seguir. Volver a ser el lector permeable, desprejuiciado que por ignorancia y bisoñez algún día fui, libre del bagaje libresco y de un instinto que no siempre fue certero. Asumir el pequeño riesgo de no afinar y perder tiempo con un texto que no nos interese faltando tanto para aquellos que nunca podremos leer. Esta apuesta ciega se me antoja un sugestivo juego literario, una pequeña incursión en el mundo mágico de la casualidad, que puede deparar experiencias buenas o malas, pero que nos ejercita en el nada cómodo hábito de lo desconocido, de lo no pautado alejándonos del terreno fácil de lo referencial.


No sabría decir si más allá de dicho juego de selección caprichosa esta novela ha merecido o no la lectura. Me encuentro con una narradora en primera persona que parece nos cuenta una experiencia autobiográfica, en conveniente tono confesional y estilo directo. No obstante, apenas si aclara nada sobre las circunstancias o las razones que mueven a los dos presonajes. La novela trata de dos días (y no una semana como indica el título) en los que un hombre mayor, típico intelectual francés seco y engreído, cohabita con una chica joven en una casa rural francesa. ¿Qué hace en esos dos días? Correrse. Casi todo el tiempo lo emplea exclusivamente en eyacular en la boca y en el ano de la chica, con una ansiedad (y una potencia) sexual inagotables, y con una indiferencia pasmosa por la satisfacción sexual de la chica. 

Hay sexo pero no erotismo. El erotismo es deseo. La cualidad erótica implica una imaginación sublimada, un aporte cultural excitante que presenta al sexo en sociedad. Aquí sin embargo no existe sino una erupción de semen constante. Frialdad a manos y vagina llenas. Tampoco podríamos hablar de pornografía pues la propuesta está llena de vida y elude toda grosería. ¿Qué tenemos entonces? No lo sé, es una obra muy extraña, ambigua, confusa a propósito. Una denuncia de abuso incestuoso tal vez.


viernes, julio 17, 2020



Fino, culto, sin pedantería ni engolamiento, Carlos Morla va desgranando en estas páginas los encuentros que noche tras noche tiene con la crema de la vieja y la nueva intelectualidad, sin eludir sus antipatías, sin escatimar críticas ni elogios. Curioso el episodio de su primera entrevista con JRJ. Tal es el deseo del diplomático chileno de atraérselo, de simpatizar con él que durante la conversación lo agarra de la solapa de la chaqueta, cosa que violenta e inhibe al de Moguer que no volverá a tratarlo. Pero lo más importante de la obra y que la hace única, amén del riquísimo anecdotario, es el fresco que hace de la época de la Segunda República gracias a ese presente puro que nos ofrece el diario como género. Nunca tendremos otra ocasión de conocer en redondo, en cerrado presente a Federico García Lorca. Sus palabras, sus opiniones, sus sentires. "Federico se sienta en el suelo para reírse en terreno firme". Y de Cernuda dice: "No se sabe nunca lo que piensa. Su espíritu es como un ojo de mosca: hecho de mil facetas" Y luego las palabras de Lorca sobre Cernuda: "Un duelo tremendo sin esperanza de paraíso" Un poco en la sombra queda Bebe Vicuña, mujer del propio Morla, de la cual poco sabemos aparte de que paga la casa donde se montan las algaradas hasta altísimas horas de la madrugada. ¿Están separados y viven juntos? Trapiello en el prólogo de "España sufre" segunda parte de estos diarios que abarcaría los años de la Guerra ya sin FGL, corrobora no solo la separación, sino que además lanza la hipótesis sobre la homosexualidad de Morla y un posible affaire de Bebe con el joven Gerardo Diego.



"Carlos Morla Lynch (Santiago de Chile, 1885 - Madrid, 1969) fue un diplomático chileno destinado en Madrid durante la II República y la Guerra Civil. El hogar de Morla Lynch en el madrileño barrio de Salamanca acogió una de las tertulias literarias más importantes de la época entre la dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil. La Generación del 27 al completo y otros más, autores como Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Rafael Alberti, Jorge Guillén, José Bergamín, Vicente Aleixandre, Luis Rosales, Pedro Salinas, Eugenio D’Ors y Salvador de Madariaga, pasaron todos por su salón. También, como no, los chilenos de la talla de Neruda, Vicente Huidobro o Gabriela Mistral. De todos ellos, sin embargo, era Federico García Lorca quién mantenía una relación más profunda con Morla Lynch. Según nos cuenta Macías Brevis, Lorca solía concurrir a las nueve de la noche; allí, en un rincón del salón tenía su guitarra y un piano con los que animaba a los concurrentes. Todos estos recuerdos de su amistad con Federico García Lorca y de la vida literaria que se reunía en la embajada de Chile, fueron recogidos por Morla en la primera parte de sus memorias: En España con Federico García Lorca. Páginas de un diario íntimo. 1928-1936. Esta edición, completa y revisada, es original, hasta el punto de incluir una carta inédita que Federico García Lorca escribió a Morla Lynch, como íntimo amigo y confidente suyo. A partir del estallido de la Guerra civil, la vida de Morla Lynch da un vuelco. Entre 1936 a 1939, Carlos Morla Lynch convirtió la Embajada de Chile en un refugio para perseguidos de ambos bandos. Pablo Neruda dijo que hasta 4.000 personas le debieron la vida, entre ellas el escritor y falangista Rafael Sánchez Mazas o las familias de Manuel Azaña, Indalecio Prieto y Largo Caballero. Para ello tuvo que enfrentarse a dos autoridades, la republicana del asedio y la vencedora franquista."

jueves, julio 02, 2020


Los diarios de exilio -existen otros de juventud de los que hablaré en otro momento- constituyen el mejor testimonio de la vida de esta excepcional mujer, escritora, profesora, traductora, secretaria, catalogadora, chofer (primera mujer en Madrid en conducir, su hermano José le regala un Ford), miembro del Lyceum Club Femenino asociación pionera en España para la defensa de los intereses de la mujer, decoradora de interiores, marchante de artesanía popular y por largas temporadas enfermera del depresivo J.R.J. ¡Qué distinta hubiera sido la vida de ambos (y quizás también la obra del poeta) si en vez de en 1988 el Prozac se hubiera inventado unas décadas antes!

Además del recorrido vital de la pareja, estos diarios son muy interesantes porque revelan de primera mano y por quién mejor, no solo los más elementales detalles de la vida personal de Juan Ramón Jiménez: su carácter, sus hábitos, la relación con otros escritores; sino también la gestación y ordenación de su obra, el modo de trabajo del autor de Poemas mágicos y dolientes.

Pero Zenobia, que escribe en español si está en país de habla inglesa y en inglés si en Cuba o Puerto Rico, no se limita a anotar el día a día del célebre marido. Para los interesados en un monográfico juanramoniano remito a `Juan Ramón de viva voz´ de Juan Guerrero Ruiz. Los diarios de Zenobia poseen valor por sí mismos, J.R.J. es solo una parcela.

Como diario íntimo que es y por tanto un apoyo y un confidente para la que escribe, sabemos de sus alegrías y frustraciones, de su vida interior, de la actividad que realiza con admirable autodisciplina, y nos complacemos con las observaciones de su espíritu sencillo y cultivado. Tal es así que su voz se nos hace entrañable y necesaria ya desde el diario de Cuba.