A veces me gusta tomar aleatoriamente
un libro de las estanterias de una biblioteca de barrio y dejar al azar el
descubrimiento de nuevas literaturas, de nuevas historias y autoras que seguir.
Volver a ser el lector permeable, desprejuiciado que por ignorancia y bisoñez
algún día fui, libre del bagaje libresco y de un instinto que no siempre fue
certero. Asumir el pequeño riesgo de no afinar y perder tiempo con un texto que
no nos interese faltando tanto para aquellos que nunca podremos leer. Esta
apuesta ciega se me antoja un sugestivo juego literario, una pequeña incursión
en el mundo mágico de la casualidad, que puede deparar experiencias buenas o
malas, pero que nos ejercita en el nada cómodo hábito de lo desconocido, de lo
no pautado alejándonos del terreno fácil de lo referencial.
No sabría decir si más allá de dicho
juego de selección caprichosa esta novela ha merecido o no la lectura. Me
encuentro con una narradora en primera persona que parece nos cuenta una
experiencia autobiográfica, en conveniente tono confesional y estilo directo. No obstante, apenas si aclara nada sobre las circunstancias o las razones
que mueven a los dos presonajes. La novela trata de dos días (y no una semana
como indica el título) en los que un hombre mayor, típico intelectual
francés seco y engreído, cohabita con una chica joven en una casa rural
francesa. ¿Qué hace en esos dos días? Correrse. Casi todo el tiempo lo emplea
exclusivamente en eyacular en la boca y en el ano de la chica, con una ansiedad
(y una potencia) sexual inagotables, y con una indiferencia pasmosa por la
satisfacción sexual de la chica.
Hay sexo pero no erotismo. El erotismo es deseo. La cualidad erótica implica una imaginación sublimada, un aporte cultural excitante que presenta al sexo en sociedad. Aquí sin embargo no existe sino una erupción de semen constante. Frialdad a manos y vagina llenas. Tampoco podríamos hablar de pornografía pues la propuesta está llena de vida y elude toda grosería. ¿Qué tenemos entonces? No lo sé, es una obra muy extraña, ambigua, confusa a propósito. Una denuncia de abuso incestuoso tal vez.
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