viernes, enero 31, 2014


La pantera

Esta pantera es mi hermana mayor. Rugió por vez primera cuando yo amaba aún todo cuanto me sucedía: escuché aquel rugido como algo que me entregaba el universo. Nació así entre nosotros cierto cariño deshonesto e incomparable. Ella, desde su agilísima forma cubierta por el ébano centelleante, se acerca para seducirme con sus movimientos de acero: miro su brillo hipnótico lamentando la pobreza de mi poder y recuerdo las veces en que nos hemos arrojado al pasillo, hermanados por el común deseo de la aniquilación. Nuestro incesto se va fortaleciendo gracias a un estilete de rencor en cuyo filo sonríe una ternura desconcertante: aprendemos que el odio es más sensual que la piedad.

Di la verdad a éstos, diles que me defiendo de tus arañazos, diles que mi mayor lujuria consiste en meditar tu destrucción. Diles que contraataco a todas horas con la insoportable esperanza de desmenuzar poco a poco tu compacta agresión, tu existencia, tu proximidad, tu memoria. Diles que me he servido, contra ti, de todas las armas: las mujeres, el trabajo, la música y millares de cigarrillos, los amigos y las palabras, el arte, el alcohol. Yo vivía como la palabra socorro. Yo vivía en legítima defensa. Usé todas las armas contra tu esplendor, todas las armas contra el desatino de tu inmortalidad.

Esta pantera es mi hermana mayor. Me vigila como un océano a la costa y me nombra por mis diminutivos. Yo la vigilo como un reo de muerte a los minutos, y le llamo tristeza a falta de un nombre más vasto y depravado.

jueves, enero 30, 2014


Un relato por cada mes del año a modo de almanaque. Julio desternillante, el mejor. Fiel a su estilo imaginativo, abundante, irreflexivo, gracioso.
 
El refinamiento del egoísmo que exhibe cada personaje hace que la lectura sea deliciosa. Estos personajes parecen gravitar hacia Isabel, la heroína, aparentemente generosos, desinteresados, incluso honestos. Pero nada más lejos de lo que verdaderamente se esconde en el comportamiento de Madame Merle y de Gilbert Osmond. Isabel cae en la trampa y es manipulada por ellos dada su incapacidad para adivinar maldad en el prójimo. Tomándo esta ingenuidad como salvedad, es un personaje fascinante: suave, inteligente, moderna, independiente, briosa. Se ve abocada a una vida limitada por la estrecha moral de la época y, sin embargo, se arma de valor y de razón para luchar por su libertad. Ésa es su modernidad, lo que hace que rápidamente la admiremos y le tengamos respeto.

Destaca el profundo análisis psicológico de los personajes, el acierto de intercalar descripciones para contextualizar e introducir los audaces diálogos. Queda uno sumergido rápidamente en un mar de matices, de emociones, de ideas, puntos de vista que se erigen como monumentos a la personalidad, a la individualidad. Se disfrutan mucho esos diálogos que son un careo entre personajes, entre ideales, entre inteligencias. El narrador omnisciente nos hace partícipes de la forma de sentir y de pensar de cada personaje, lo cual contribuye a que la inmersión en la lectura sea total y a que nos sintamos más como voyeurs que como lectores.