viernes, enero 22, 2016



Hay momentos en que sin saber bien cómo, en auxilio de qué o de quién acuden a nuestra mente imágenes fragmentarias, detalles ornamentales de nuestra vida pasada. Abres los ojos y son las 6 de la mañana, te quedas en la cama soñeando despierto y... de pronto el flash back, se proyecta en tu mente este cuadro que viste hace 10 años en París. Rememoras el día, el paseo desde la Isla de la Citè hasta el Centre Pompidou. Me levanto de la cama y me meto en google a buscar el cuadro. Título, autor, año. Pero sobre todo para verificar que no estoy dormido y que el cuadro existe. Por qué ese y no otro, qué significado puede tener. Cuando lo encuentro sigo sin entender el por qué pero acepto la idea de que no es un desbarro recordar esos barcos vikingos, esa profusión de colores vivos que da a la escena un toque mágico, esas cúpulas del fondo, esas barbas rusas, esa apariencia de mosaico...

Desde una perspectiva esperanzada, la observación de este cuadro me lleva a ser consciente de la realidad, la realidad de esos ¿guerreros? navegando el Volga,  tal vez la realidad de un estilo de vida; y a la vez la belleza de la expresión artística me hace flotar en un sueño diversificado sin límites.


VASILI KANDINSKY 
La canción del Volga, 1906
Centre Georges Pompidou


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