sábado, julio 16, 2011



Alguien, no sé quién, no lo recuerdo, no importa, definió la poesía como una "introspección lírica": un estudio íntimo de uno mismo expresado de manera más o menos estética. La poesía de Carlos Marzal es así, o es eso. Tal vez toda buena poesía lo sea y la de este poeta de una manera más que evidente. Nota uno al "yo poético" siempre pesquisando, preguntándose, investigándose a ver qué, cual y cómo es su interacción con el mundo físico y metafísico. Los poemas de este libro son respuestas a las perplejidades de un alma con una capacidad de asombro superlativa y una pulsión vital asombrosa.

Rezuma el optimismo de alguien atraído por la luz, no de alguien que huya de la sombra.

"En la acción reside la felicidad" dijo Aristóteles no sé si con estas mismas palabras. Seguramente así lo debe creer Marzal porque sus versos son como la consumación de actos, actos que parecen ocurrir en el mismo momento que él los escribe.

De ejemplos de todo esto que digo está "Ánima mía" lleno. Explicar poesía como esta no es justo y además no se intenta, pero sí es conveniente que el lector se la explique a sí mismo para que la transfigure y se transfigure en ella.


Cierro la apuntación con el poema que cierra el libro


A PÁJAROS

Vamos a volar pájaros,
salgamos de una vez.
Hay demasiado adentro en este día,
y adentro es fealdad,
adentro es húmedo.
Vayámonos a azules, a intemperies,
cúmulos de algodón,
las musarañas
de estarnos en las nubes,
por sus cerros.
Doctoremos la vista en lo que corre.
Marchémonos a nidos,
nos espera
nuestra felicidad, arborescente.
Basta con arrullarla entre las manos,
y sentirla latir
-es una alondra-,
para que exulte, viva,
y que exultemos.
Vayámonos a piedras,
a ese lago que aguarda pensativo,
y quebremos sin más
sus turbias aguas lúgubres.
Delincamos,
contra toda esa luz que nos delata,
ahora que nos queremos sigilosos.
Descamisemos
a nuestro más vestido;
descorbatémoslo de tanto nudo
como lo tiene ahogado, con el aire
que todo lo enrarece, en la garganta.
Que aprenda a respirar en lo que fluye.
Cierra ese libro abstracto,
y sal a comprender lo que has leído.
Pongámonos a carne pasajera,
vámonos a mirones.
¿Quién sabe qué sentido es el del verde
con que nos quiere verdes el deseo?
A ver qué levantamos,
con un poco de suerte, hasta la boca,
con un poco de arrojo, hasta la muerte.
¿Estamos a gozar,
o estamos secos
de toda sequedad, sin una gota?
¿Estamos a vivir
o es que no estamos?

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