martes, abril 12, 2011



Una canción puede pulsar el resorte de un sentimiento que creíamos olvidado. Son las canciones que avivan ese sentimiento dormido en sótanos profundos, en íntimas galerías donde acumulan polvo las vivencias caducas que no desechamos del todo. Son canciones raras, vibrantes, vagamente tristes como la ventana desde donde miramos los días de lluvia. Canciones que situan el dolor tan cerca del gozo que al escucharlas por un momento creemos que moriremos en esa espada y después nos inflama el alma de dulzura.
A veces una de estas canciones modifica nuestro pasado y nos lo devuelve deformado en una nostalgia de nosotros mismos que sería mejor definir con la palabra melancolía. Estas canciones son idénticas a naranjas o a poemas: redondas y todo jugo; describen el mundo y penetran la verdad hasta incendiarla.
Esta es una de esas canciones

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