Fino,
culto, sin pedantería ni engolamiento, Carlos Morla va desgranando en estas
páginas los encuentros que noche tras noche tiene con la crema de
la vieja y la nueva intelectualidad, sin eludir sus antipatías, sin escatimar
críticas ni elogios. Curioso el episodio de su primera entrevista con JRJ. Tal es
el deseo del diplomático chileno de atraérselo, de simpatizar con él que
durante la conversación lo agarra de la solapa de la chaqueta, cosa que
violenta e inhibe al de Moguer que no volverá a tratarlo. Pero lo más
importante de la obra y que la hace única, amén del riquísimo anecdotario, es
el fresco que hace de la época de la Segunda República gracias a ese presente puro que nos ofrece el
diario como género. Nunca tendremos otra ocasión de conocer en redondo, en
cerrado presente a Federico García Lorca. Sus palabras, sus opiniones, sus
sentires. "Federico se sienta en el suelo para reírse en terreno
firme". Y de Cernuda dice: "No se sabe nunca lo que piensa. Su
espíritu es como un ojo de mosca: hecho de mil facetas" Y luego las
palabras de Lorca sobre Cernuda: "Un duelo tremendo sin esperanza de
paraíso" Un poco en la sombra queda Bebe Vicuña, mujer del propio Morla,
de la cual poco sabemos aparte de que paga la casa donde se montan las algaradas
hasta altísimas horas de la madrugada. ¿Están separados y viven juntos?
Trapiello en el prólogo de "España sufre" segunda parte de estos
diarios que abarcaría los años de la Guerra ya sin FGL, corrobora no solo la
separación, sino que además lanza la hipótesis sobre la homosexualidad de Morla
y un posible affaire de Bebe con el joven Gerardo Diego.
"Carlos
Morla Lynch (Santiago de Chile, 1885 - Madrid, 1969) fue un diplomático chileno
destinado en Madrid durante la II República y la Guerra Civil. El hogar de
Morla Lynch en el madrileño barrio de Salamanca acogió una de las tertulias
literarias más importantes de la época entre la dictadura de Primo de Rivera y
la Guerra Civil. La Generación del 27 al completo y otros más, autores como
Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Rafael Alberti, Jorge Guillén, José
Bergamín, Vicente Aleixandre, Luis Rosales, Pedro Salinas, Eugenio D’Ors y
Salvador de Madariaga, pasaron todos por su salón. También, como no, los
chilenos de la talla de Neruda, Vicente Huidobro o Gabriela Mistral. De todos
ellos, sin embargo, era Federico García Lorca quién mantenía una relación más
profunda con Morla Lynch. Según nos cuenta Macías Brevis, Lorca solía concurrir
a las nueve de la noche; allí, en un rincón del salón tenía su guitarra y un
piano con los que animaba a los concurrentes. Todos estos recuerdos de su
amistad con Federico García Lorca y de la vida literaria que se reunía en la embajada
de Chile, fueron recogidos por Morla en la primera parte de sus memorias: En
España con Federico García Lorca. Páginas de un diario íntimo. 1928-1936. Esta
edición, completa y revisada, es original, hasta el punto de incluir una carta
inédita que Federico García Lorca escribió a Morla Lynch, como íntimo amigo y
confidente suyo. A partir del estallido de la Guerra civil, la vida de Morla
Lynch da un vuelco. Entre 1936 a 1939, Carlos Morla Lynch convirtió la Embajada
de Chile en un refugio para perseguidos de ambos bandos. Pablo Neruda dijo que
hasta 4.000 personas le debieron la vida, entre ellas el escritor y falangista
Rafael Sánchez Mazas o las familias de Manuel Azaña, Indalecio Prieto y Largo
Caballero. Para ello tuvo que enfrentarse a dos autoridades, la republicana del
asedio y la vencedora franquista."
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