martes, mayo 03, 2016


Damián tiene trazas de no ser un tipo muy ambicioso, sino más bien fútil, soso, alguien sin dirección en la vida. Lo han echado del trabajo y merodea por Madrid hasta que una tarde entra en una tienda de anticuario y siente la necesidad imperiosa de robar un pasador de corbata. Los vigilantes de seguridad se percatan y lo siguen, y Damián los burla escondiéndose en un ropero de tres cuerpos. Este ropero es transportado hasta la casa de la familia integrada por Fede, Lucía y su hija adolescente.

Desde ese ropero Damián será testigo de las vidas de los tres. Asistirá a las frustraciones de Lucía, las angustias de María porque no le viene el periodo, las infidelidades de Fede...

Una lúcida parábola de la sociedad en la que vivimos donde es posible la soledad en ciudades superpobladas; donde, paradójicamente, la incomunicación es frecuente a pesar de vivir rodeados de personas y tecnologías de la comunicación. Una sociedad donde podemos oír noticias tan espantables como la que se publicó en El País hace unos días de un hombre  que es encontrado en su casa cinco días después de muerto, solo y sin que nadie lo hubiera echado de menos en todo ese tiempo. Tenía 3500 amigos en Facebook.

Muy brillante esta última novela que dice más de lo que parece a juzgar por la sencillez del argumento.

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