lunes, julio 21, 2014


Esta poesía vive en la playa, en la superficie hermética de bruma y luz de una playa en otoño; es piedra lavada pero tenaz contra el desgaste, vientos que arrancan silbos de sol, áureos y minúsculos granos de arena cuya esencia mineral es símbolo de todo lo existente.

Mediante un monólogo prolongado que se frangmenta en distintos poemas con entidad poética propia pero que engarzan un totum poeticum conceptual y unitario el poeta nos pretende revelar lo absoluto mediante la reflexión en torno a una piedra arrastrada a la orilla. Gaditano, conocedor del mar, canta al escarabajo que escribe en la arena, a la imagen extraña de un mirlo junto al mar, al vacio, y a la finitud.

Entrelineas se lee otro libro con un mar más brumoso y menos visual. Por dentro o por debajo resuena otro eco absolutamente doliente: algo que no se consuma y que consume al poeta, una queja existencial, un no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, un canto a la piedra que no siente pero perdura en el tiempo (por contraposición al ser que deviene en nada), la conciencia lacerante de ser menos que una piedra, de ser nada.

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